El novato es la tercera novela -y acaso la mejor, la más perfectamente acabada, por ahora- de la saga protagonizada por Germán, el cronista de la sección Policiales de Crítica, el mítico diario de Natalio Botana que se preciaba, desde su eslogan, de ser como un tábano destinado a mantener despierta y vigilante a la sociedad argentina. Una pretensión excesiva para un diario amarillo y sensacionalista. Y es justamente en esta novela que Osvaldo Aguirre tematiza la cuestión del lugar ético/político de la tarea periodística con la irrupción del incómodo joven Fabio Vincenti en la redacción. En principio, el experimentado periodista introduce al pibe en los más o menos cínicos pormenores de la actividad. Tras las elecciones porteñas aparece el cadáver de un pobre diablo en una plaza de Almagro, saturado de ginebra y con un voto socialista en la boca. Nadie parece interesado por revolver al asunto; es un hecho de sangre menor y sin complicaciones, a medida para introducir al novato en el ejercicio de la crónica roja. Así lo piensa, siente y desea Germán. Pero no será así. Aguirre ya se mueve en la Buenos Aires de los treinta como si fuera su hábitat natural, como si saludara a los compañeros al entrar al diario cada día, como si fuera con Germán a comer a La Montevideana. Los lectores estamos, esta vez, en el mejor lugar, en el lugar de Fabio, dos pasos atrás del autor y del protagonista. E inevitablemente involucrados en esta hermosa novela.