Esta es la historia de una sociedad que surgió de la violencia. Solo la fuerza podía imponer el dominio hispánico sobre los muiscas, para quienes representaba poco más que una servidumbre forzada. Para los conquistadores, por su parte, las conquistas presentaban una oportunidad de aflojar el propio yugo, y se hicieron señores de cientos, hasta miles, de personas a su servicio. La violencia generó sujetos nuevos, conquistados y conquistadores, indios y encomenderos. No podían existir los unos sin los otros, pues se conformaban en sus relaciones mutuas. Las conquistas posibilitaron la imposición del señorío hispánico en la ciudad fundada. Se trataba de una violencia que daba origen a la soberanía política de la monarquía hispánica. En este sentido, era el equivalente de la potestad, casi mitológica, que fundaba el dominio de los soberanos desde el derecho romano arcaico: la facultad para disponer de la vida de los ciudadanos como mera vida biológica. En las conquistas, sin embargo, esa fuerza asumía un rostro muy real y concreto.