Imagínese que un día tiene conocimiento de la existencia de alguien que intercambia grandes fortunas por tiempo, su tiempo. Bien, ahora supongamos que el tema le atrae, despierta su interés, remueve su curiosidad. ¡Es dinero, ¿a quién no le gusta el dinero?! De todas maneras ya cambia tiempo por dinero en su trabajo a diario, ¿y si este da más?, ¿y si puede sacarle más provecho a su tiempo?
Bueno, de acuerdo, se puede mirar, pero, ¿de qué forma lo logra?, ¿dónde está el truco?
Entonces se decide a probar, y descubre que el procedimiento exige concertar una audiencia con este individuo, exponer su caso y tras ello, pasado un período de tiempo indeterminado, y si tiene la suerte de ser una de esas pocas personas seleccionadas, será informado por medio de una carta extrañamente decorada, que en su interior contendrá un texto igual a este:
"Paciente señor o señora, tenemos el placer de comunicarle que su solicitud de audiencia con El comedor de relojes ha sido aprobada... ¡Enhorabuena!
En un plazo máximo de tres días transcurridos a la recepción de esta misiva, un coche le recogerá en el domicilio especificado del documento certificado.
Suya es la decisión de subir y realizar las aspiraciones que en su momento le movieron a contactar con nosotros, o por contra, desestimar esta oportunidad única que le brinda el destino y permanecer en donde quiera que esté, lamentándose junto a sus allegados.
Si todavía se empeña en optar por la deplorable opción de seguir revolcándose en la miseria, rogamos se lo notifique al conductor lo antes posible con objeto de no hacerle desperdiciar su valioso tiempo.
Estamos absolutamente convencidos de que la vigencia de sus anhelos persiste con firmeza, y que por ende, nos veremos muy pronto.
P.d.: Recuerde, es imprescindible portar con usted un reloj de su pertenencia."
Cada cierto número de años salta la noticia del regreso a la sociedad de un sujeto conocido simplemente como el comedor de relojes. A cambio de tiempo, promete fabulosas riquezas a las personas previamente autorizadas por medio de unas misteriosas cartas, que sus agentes hacen circular a cuentagotas. Transcurrido un lapso estipulado, el comedor de relojes vuelve a desaparecer, hasta su siguiente advenimiento.
¿De qué forma es posible llevar a cabo tan fantasioso intercambio, y cuáles son los propósitos que lo impulsan a ello?
¿Es siquiera, humano?
Cuatro personas sin vínculos aparentes, y movidas por diferentes motivos, abordarán la empresa de enfrentarse al negocio propuesto por este enigmático personaje.
El planteamiento narrativo de esta novela, en la que todos sus personajes carecen de nombre, está inspirado en la lectura de Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, algo que se repite en Lo ajeno, la tercera entrega de esta serie.