La narración, cualquiera que sea su pelaje, precisa para ser efectiva los condimentos de la observación sutil, la amplitud de horizontes y la proximidad vivencial. Sólo aquellos que penetran la realidad, aquellos capaces de observarla boca abajo y rescatar a través de la escritura el mundo tambaleante que nos ha tocado vivir, atesoran la verdadera esencia de la literatura. Los grandes trapecistas, como los buenos escritores, realizan su trabajo con esmero, sin vertigo, auscultando el haz y el envés de la vida y devolviento a sus compañeros de acrobacias, sanos y salvos, a la frágil seguridad del trapecio. Es su mirada a la que quiere dar cabida esta colección que comienza ahora su andadura. Quinito López Mourelle se toma muy en serio el sentido del humor en Mi última reencarnación, novela en la que nos propone el viaje vital y geográfico de un estrafalario personaje que protagoniza situaciones hilarantes y surrealista pero también, cuando se tercia, tiernas y reflexivas. El lector encontrará trazos de la literatura de todos los tiempos y genéros.