Si no existieran ellas, no existirían los buenos modales, los buenos perfumes? ¡y las grandes acciones! Coloquemos a la mujer en el nivel que se ha ganado. Una casa sin una mujer es una casa muerta. Un jardín sin las manos de una dama es un lugar mustio. Una sociedad sin mujeres es una sociedad vacía de buenos modales? y de buenos perfumes. Nuestra editorial no se ha olvidado de la mujer. De ninguna manera. Desde el mismo momento en que comenzamos a editar "Antologías" ya sabíamos que dedicaríamos una para honrar a la mujer. Porque la mujer necesita que se termine de reivindicarla y se complete su reconocimiento con justicia. Aún hoy existen quienes las marginan y las subestiman. Y la realidad es que en la inmensa mayoría de las iglesias son el verdadero motor que las impulsa. Más allá de conformar casi el 75 por ciento de las membresías. ¿Ellas, las débiles? Alguien, carente de todo criterio, las bautizó erróneamente como "el sexo débil". ¡Justo a ellas! Si por fuerza entendemos la potencia bruta que se necesita para levantar una carga, entonces sí, la mujer es más delicada que el hombre. Pero si por fortaleza entendemos firmeza moral, resistencia a la adversidad y sacrificio ante la necesidad, entonces la mujer es inconmensurablemente superior al hombre. Seamos sinceros y admitamos más virtudes en ellas: ¿No tienen acaso más intuición? ¿No son mucho más sensatas a la hora de tomar decisiones? ¿No están más predispuestas al esfuerzo? ¿No poseen otra actitud ante la enfermedad? ¿No tienen más valor? En este libro nos cuentan qué hacen a favor del Reino de Dios y de la gente. Nos escriben desde sus infinitos roles: como líder, como ama de casa, como madre, como mujer sola, como joven, como anciana, como profesional, como pastoras o predicadoras, como hijas, como abuelas? ¡y siguen los roles! Felizmente hay miles y miles de mujeres que arden sirviendo a Dios, a su familia y a la gente.