En este libro se destaca la importancia de darle un lugar al juego de los niños, libre de ataduras didácticas y terapéuticas; y de garantizar condiciones que aseguren el derecho a jugar.
Las experiencias relatadas, acompañadas de los fundamentos que sostienen la práctica, se han desarrollado en diversidad de ámbitos: no formales, formales, en contextos de pobreza. Algunas son propuestas comunitarias y barriales donde los niños pequeños juegan; en otras, se pone el acento en un trabajo articulado con las familias y distintos integrantes de la comunidad en donde se transmiten con orgullo legados y valores ancestrales.
Se despliegan así variedad de dispositivos que propician la espontaneidad, la creatividad, la vinculación del juego con el arte, la construcción de ambientes estimulantes.
Todos los relatos destacan la fortaleza de las instituciones y el lugar de las familias para dar cabida al juego. A ese juego por medio del cual los niños y niñas se hacen sujetos, donde ensayan lo que escuchan, lo que sienten, lo que piensan. Porque el juego es la infancia, no hay infancia sin juego.