En la última década, la Argentina no ha quedado ajena al fenómeno global de la expansión y difusión de una pócima de plantas amazónicas conocida por su nombre quechua ayahuasca. Aquel mágico brebaje que hasta hace unos cincuenta años sólo circulaba entre los pueblos originarios de la selva, hoy se populariza en los medios de comunicación masivos, redes sociales y sitios web, se ofrece en talleres terapéuticos, sesiones religiosas o excursiones turísticas. Para los nativos se trata de una planta maestra que, lejos de facilitar alucinaciones, ayuda a percibir la realidad tal cual es, otorga sanidad, fortaleza espiritual y confrontación profunda con los abismos psicológicos, y permite a los chamanes que la emplean hacer diagnósticos, tratar dolencias o formular presagios.
Los estudios científicos demuestran que la bebida que contiene la fantástica molécula DMT suscita un estado ampliado de conciencia durante el cual pueden emerger contenidos emocionales inconscientes y reprimidos de carácter biográfico, manifestarse imágenes transpersonales y transculturales, o lograrse la sensación de conciencia expandida. Los autores abordan botánica, química, geografía, etnografía, historia, psicología, psiquiatría y aspectos jurídicos de la ayahuasca. Sus sorprendentes conclusiones están avaladas por estadísticas propias y testimonios de voluntarios argentinos que describieron tanto sus efectos terapéuticos como sus secuelas más allá de la conciencia del ego.