Hoy en día Estados Unidos no puede ser reputado solamente como un mero país sino que, con el devenir del tiempo, se ha metamorfoseado en un verdadero continente, poseyendo actualmente un volumen de población y extensión que viene a ser equiparable a la vieja Europa. Como todas las superpotencias que han surgido en la historia genera una serie de sentimientos ambivalentes y contradictorios. De un lado surge una serie de envidia negativa que se ve normalmente robustecida por los casi inevitables abusos que todo ejercicio casi omnímodo de poder genera. De otro lado una envidia positiva, teñida de velada admiración, que baña todo lo que proviene de la gran potencia como algo susceptible de imitación, de tal guisa que en casi todos los utensilios de nuestra vida diaria, gustos, aficiones, modas, alimentos o bebidas hay algo que nos recuerda al modo de ser del omnipresente gigante norteamericano.